Las plantas forrajeras pueden competir con la flora nativa

En Chile, el trébol blanco y la alfalfa chilota disputan el espacio disponible y son el combustible ideal para incendios.

Las nuevas variedades de plantas para forraje, en desarrollo a nivel mundial para hacer frente a la creciente demanda por alimentos, podrían transformarse en maleza si no se les controla a tiempo. Así lo concluye un estudio internacional en el que participó el investigador del Laboratorio de Invasiones Biológicas de la U. de Concepción Aníbal Pauchard.

Estas plantas, explica, están diseñadas para crecer más rápido que las tradicionales, y poseen una mayor tolerancia al frío, sequía, enfermedades, salinidad y a los suelos. Como consecuencia, es más fácil su dispersión y compiten por el terreno disponible con la flora local y además son combustible ideal para incendios forestales que arrasan con especies menos resistentes.

En zonas de montaña

Hay países en que la situación es bastante grave. En Australia, por ejemplo, la investigación —que publicó la revista Proceedings de la Academia de Ciencias de EE.UU. a principios de este mes— fue discutida en el Senado porque ya es un tema nacional. Allá se han introducido muchas variedades de pastos, como el Phalaris que están afectando a especies de la flora nativa muy escasas y también a especies de aves que se alimentan de ellas. “Aquí en cambio, estamos en un estado incipiente de invasión”, dice Pauchard, quien es coautor de la guía de campo de las plantas invasoras del centro sur de Chile.

En nuestro país, el mayor impacto podría recibirlo la zona centro-sur, donde la ganadería está más expandida.
“Nuestra mayor preocupación son las áreas protegidas, especialmente en las zonas de montaña, porque estas plantas, cuyas semillas se esparcen con el viento largas distancias, resisten mucho más el frío y la sequía, condiciones que uno suele encontrar en las zonas altas” dice Pauchard.

Entre las especies forrajeras presentes en Chile y que más preocupan están el lotus o alfalfa chilota (Lotus corniculatus), el trébol blanco (Trifolium repens) la ballica o raigras (Lolium) Hasta ahora, en las zonas altas no hay muchas plantas invasoras, pero sus variedades podrían llenar el vacío.

“Nosotros ya hemos encontrado en áreas de montaña algunas leguminosas como el trébol blanco, que claramente representa un riesgo. El que se vuelvan súper abundantes es un proceso que se va a dar con el tiempo. Todavía el impacto es bajo porque las variedades que se han introducido no son las más agresivas pero puede que el día de mañana se introduzcan híbridos o variedades que silo sean”.

Actualmente, como la mayoría de estas especies forrajeras ya están en el país, sus variedades pasan los controles sanitarios sin mucho trámite.

“Nuestro planteamiento es más bien precautorio, no confrontacional. Queremos decirle a la industria: “ojo, aquí hay un problema potencial que en otros países ya se desató”, sostiene Pauchard.

Una vez que se introduce una nueva variedad sin un análisis de riesgo previo es como liberar el genio de la botella, asegura. “Es muy complejo ir a controlarlo o usar herbicidas. Esto no es como una plantación forestal que tiene un área definida.

Son pastos, como los que se compran en semillas para el jardín. Se plantan en áreas sumamente extensas, sin ningún control, y es muy probable que se dispersen”.

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