A partir de la identificación de un perfil único de ADN para cada cepa, académicos del Centro Tecnológico de Recursos Vegetales y la Escuela de Agronomía lograron la verificación de diferentes variedades de uvas. Se estima que con esta herramienta, un producto podría aumentar entre un 10 y un 15% su valor de entrada a los mercados internacionales.
Cuando compramos un vino, ¿estamos 100% seguros de que vamos a beber lo que nos promete la etiqueta en términos de origen?
De acuerdo al investigador del Centro Tecnológico de Recursos Vegetales (CTRV) de la U. Mayor, Juan Velozo, esa certeza en Chile no existe completamente del todo.
“En general, se acepta que el vino embotellado no contenga el 100% de la variedad indicada en la etiqueta. También en Australia y Estados Unidos, se permite una flexibilidad en las definiciones varietales, que permite incorporar hasta un 10% de otro vino. En Europa no se puede, ya que la legislación los obliga a declarar absolutamente todo”, explica.
Bajo esta premisa, Velozo, junto a la investigadora Paula Vizoso, perteneciente al CTRV; Jorge Wicha, académico de la Escuela de Agronomía U. Mayor, y Elías Obreque, Investigador de la Universidad de Chile, se encuentran implementando el primer sistema para validar el origen en vinos chilenos.
Bajo el nombre de “Autentificación varietal en uva vinífera en vino”, este proyecto cuenta con financiamiento de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) desde 2018 y ya ha logrado sus primeros resultados, identificando el origen de 6 variedades de vinos tintos.
Según explica Paula Vizoso, los resultados de este proyecto son el primer paso para resolver un punto clave en materia de producción del vino chileno, y que hasta el momento no había sido atendido: “La trazabilidad del proceso productivo del vino es parcial y depende de la información proporcionada por el productor”.
Así, la investigadora detalla que a través de la aplicación de técnicas moleculares, “basadas en la identificación de un perfil único en el ADN para cada variedad, se ha logrado la verificación de la variedad de uva informada, logrando generar una plataforma de reconocimiento, autentificación, verificación y aseguramiento varietal de vinos de alta confiabilidad”.
Con el proyecto en marcha, la académica asegura que se podría lograr “la identificación de un perfil único de ADN para cada variedad de vino independiente de su matriz”.
Cambiando la industria
Y si bien en Estados Unidos y Australia poseen una norma “flexible” respecto a informar la trazabilidad de sus vinos, ¿cómo podría beneficiarse un producto chileno con esta nueva etiqueta sobre su origen?
Jorge Wicha, académico de la Escuela de Agronomía de la U. Mayor, indica que «generalmente las empresas vitivinícolas chilenas incorporan a lo menos un 85% de la variedad de vino señalada en la etiqueta de la botella, puesto que la legislación de la Unión Europea lo exige. Ahora, con esta innovación que permitirá que Chile disponga de un sistema de análisis objetivo de composición varietal podríamos ponernos en la vanguardia en los mercados internacionales”.
Por otra parte, y en cuanto a proyecciones sobre la tasa de ganancia para productores, Juan Velozo, director del CTRV U. Mayor, explica que la certificación podría otorgar “entre un 10 a un 15% de valor de entrada a un producto vitivinícola”.
Cabe destacar que el proyecto se encuentra actualmente a punto de iniciar su fase de validación de campo y se espera que para 2021 esté lista para una primera comercialización.
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