Patricio Cavieres Korn
Ingeniero Agrónomo
A las 11:58 del 2 de noviembre de 2011, nació en un Hospital de Manila, Camille Galura hecho histórico para la humanidad, ya que con su nacimiento se estima que población del planeta ha alcanzado los 7 mil millones de habitantes.
Mientras que la familia de Camille celebra su nacimiento, en numerosos países se ha despertado la preocupación por las consecuencias que tiene este hecho derivadas del crecimiento de la población en las próximas décadas, especialmente con respecto a la disponibilidad de alimentos y de agua, así como su impacto en la sustentabilidad de la vida en la tierra.
Si bien estos temas se vienen analizando desde que Roberto Malthus los planteo entre 1798 y 1826, fue en el Foro Global sobre Ecología y Medio Ambiente – realizado en Junio de 1992 en Río de Janeiro(1) – donde con mas crudeza lo expuso el oceanógrafo francés Jacques Cousteau.
En uno de los escenarios de este evento, llamó la atención de los participantes un panel digital, semejante a un reloj que marcaba que en cada segundo nacían en esa década tres nuevos habitantes y que cada ocho segundos se perdía una hectárea de tierra apta para la agricultura.
Basado en estos indicadores se estimaba que durante el año 1992, la población del planeta aumentaría en aproximadamente 95 millones de habitantes y que se perderían alrededor de 4 millones de hectáreas para la producción de alimentos. De mantenerse esta tasa de nacimiento en las próximas décadas, se estimaba que hacia el año 2050, la población de la tierra se duplicaría, alcanzando a 11 billones de habitantes (2), reduciendo seriamente la disponibilidad de suelos agrícolas para la producción de alimentos, y agravándose los problemas de contaminación ambiental.
Comentando esta situación, Jacques Cousteau señalaba: “ Qué tipo de vida les espera a esto nuevos habitantes considerando que nueve de cada diez personas nacen en el Tercer Mundo” (3) , Y agregó, “si nada se hiciere a mediados del siglo XXI (2050), la presión que esa masa humana ejercerá sobre el frágil ecosistema de la tierra, será desvastadora. De cada 10 árboles derribados, ocho caerán victimados por el avance de las fronteras agrícolas, empujados por legiones de hambrientos del tercer mundo”.
Con más precisión señaló Cousteau: “ No hay tiempo para teorías.” , “ No hay ningún sistema económico, por eficiente que sea, capaz de garantizar una vida decente a una población que equivale a una China (4) por década, y no habrá alimentos para todos ellos”
Las palabras de Cousteau, los trabajos de la NU y del Banco Mundial han tenido el mérito de sacar la discusión demográfica de los tabus ideológicos que generó la Teoría de Malthus.
Desde el punto de vista ideológico, el debate se manifestaba en dos posiciones: la de la izquierda – más o menos coincidente con aquella de la Iglesia Católica – se basaba en la tesis que, antes de realizar programas rígidos de planificación familiar en los países pobres, era necesario distribuir mejor la riqueza del mundo.
Relacionado con esto, es interesante reproducir lo que señaló el Papa Juan Pablo II en 1987, en su discurso de en la CEPAL durante la visita que hizo a Chile, cuando dijo: ” Existe la tentación en algunos sectores de tratar de disminuir el número de comensales que llegan a la mesa, más que multiplicar el pan a repartir”
La posición opuesta a la anterior se sustentaba en la idea de que los programas de ayuda fracasarán si los países pobres no consiguen controlar la tasa de nacimientos.
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(1) En Rio de Janerio, se realizaron dos conferencias en forma simultánea: la oficial de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Cumbre de la Tierra) y la paralela denominada Foro Global de las ONG, donde Jacques Cousteau expuso esta conferencia, a la que tuvimos la oportunidad de asistir..
(2) En 1992 se estimaba que la población del planeta era de alrededor de 5,5 billones de habitantes y que al duplicarse, en 2050 llegaría a alrededor de 11 billones. A base de proyecciones más recientes del Census Bureau de EEUU (IDB), se estima que para EL 2050, la población del planeta será de aproximadamente 9,28 billones.
(3) Con relación al crecimiento de la población en el tercer mundo a mediados del siglo XX, Josué de Castro – destacado Médico Brasileño y ex Director de la FAO – hacía mención del dicho popular en su libro “Geografía del Hambre: “ La mesa del pobre es escasa, pero el lecho de la miseria es fecundo”
(4) En esa época, de la distribución de los nacimientos en el mundo, mas del 80% ocurrían en Asia y África. En la actualidad la población de la China e India representa mas del 36 % de la población del planeta. Si bien China tiene limitado el numero de hijos por familia, la India continua aumentado su población, la que se estima superará al gigante asiático en las próximas décadas.
Sobre este mismo tema, el abogado y político francés Pierre Lellouche (1) manifestaba en esa época que para resolver el problema del medio ambiente y la falta de alimentos, lo primero era reducir el número de personas que van a nacer. Y agregaba, que las personas tienen que entender que no todo el mundo puede consumir las mismas cosas que consumen los Estados Unidos, Japón o Europa, ya que si así fuere los recursos se extinguirían en pocos años.
La posición conciliadora de las dos anteriormente descritas, planteaba la necesidad de actuar en dos sentidos: disminuir la pobreza, es detener el crecimiento demográfico en el tercer mundo y en los bolsones de pobreza de los países en desarrollo.
Los investigadores han llegado a la conclusión de que los recursos naturales son finitos, no importa la eficiencia con que se administren. En consecuencia, cuanto más crece la población, menos recursos sobran para las personas. Los hombres viven en armonía con la naturaleza cuando los recursos son abundantes pero a medida que los recursos se van agotando, y las necesidades aumentan, llega un momento en que la sobrevivencia del hombre se hace insostenible y termina en el colapso, como ha ocurrido en Haití, como ha ocurrido en Isla de Pascua en el pasado, y está ocurriendo en algunos países de África.
Según señalaba Cousteau, la humanidad necesita urgentemente reflexionar sobre el desastre humano y ecológico que destruyó Haití. La diferencia entre la Tierra y esa Isla es solo de tamaño. Es necesario recordar que Haití fue explotada de manera desordenada e irracional, tal como esta ocurriendo con el planeta.
Desesperados por falta de recursos, los 6,5 millones de habitantes de esa isla derribaron el 70 % de los bosques para hacer leña y carbón. Además, las lluvias torrenciales erosionaron todos los suelos descubiertos de vegetación, y quedó una roca estéril inutilizable para la agricultura en los próximos siglos.
La distribución de la riqueza natural es una perspectiva ingenua a estas alturas, agregó Cousteau, porque no solo el número de comensales aumenta descontroladamente (2) si no que la misma torta disminuye. Y no existe levadura en el mundo que consiga aumentar de tamaño.
No habrá otra revolución verde y los océanos ya alcanzaron el límite de explotación, pues la sobreexplotación nefasta de los recursos se ha agravado con el crecimiento de la población y no se vislumbran medios de corregir esa tendencia.
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Si los países ricos consumen exageradamente, es bueno que se restrinjan. No obstante, aunque modifiquen sus hábitos de consumo y distribuyan mejor su riqueza, será imposible evitar el colapso, a menos que se contenga el aumento de la población en los países pobres.
Numerosos especialistas condenan la creencia de la actual generación – fines del siglo XX – según la cual la ciencia y tecnología harán brotar de los laboratorios algún milagro capaz de hacer que el planeta pueda soportar una cada ves mas población en constante aumento, pero desconocemos cual es la capacidad de carga de la tierra.
Las modernas tecnologías, los avances en medicina y farmacología, especialmente en la prevención y tratamientos de las enfermedades contribuyeron a aumentar la edad de la población, al reducir la mortalidad infantil y elevando a mas de 70 y 80 años la vida en los países desarrollados y en los bolsones de riqueza del tercer mundo.
Se ha avanzado mucho en las ciencias agrarias, hasta el punto de que a comienzos del noventa, el 5,5% de la población de los Estados Unidos trabajaba en el campo y producía alimentos para mas de 250 millones de habitantes y todavía le restaban excedentes para alimentar a otros pueblos (3).
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(1) Citado por la Revista Veja de Brasil, Junio de 1992.
(2) Según las tasa de nacimientos de comienzos de los 90, según el Reloj Digital de la Conferencia de Río de Janeiro se estimaba que en el tierra había 259.200 nuevos comensales por día.
(3) Una situación similar esta ocurriendo en EEUU, Unión Europea, Australia, Canadá y otros países, donde gracias a medidas de protección y subsidios a la agricultura se ha logrado una sobreproducción de diversos alimentos, cuyos excedentes se exportan a países deficitarios. En este sentido, hay que destacar que en la actualidad Estados Unidos es el mayor exportador de alimentos del mundo con mas de 150 millones de toneladas por año.
Las investigaciones en biotecnología y en ingeniería genética que se realizan en los países desarrollados avanzaron significativamente en el mejoramiento de las plantas, resultando en un incremento de los rendimientos y calidad de los alimentos, así como en el control de plagas y enfermedades, pero nada indica que sean capaces de multiplicar la productividad para satisfacer las necesidades de la creciente población mundial y los hábitos de consumo que cambiarán en forma radical en las próximas décadas, sobretodo en China e India.
En su discurso de aceptación del Premio Nobel de 1970, el genetista estadounidense Norman Bourlag – cuyos trabajos permitieron multiplicar por tres la productividad del trigo, maíz y arroz – resaltaba el peligro de la explosión demográfica diciendo que: “las conquistas genéticas darán al mundo 30 años de tranquilidad para enfrentar el crecimiento descontrolado de la población”.
Considerando que en el planeta hay mas de 800 millones de pobres sufriendo hambre, es interesante reproducir la opinión del Presidente de Brasil, Ignacio Lula da Silva con ocasión del debate internacional que se suscitó recientemente por la supuesta competencia entre la producción de biocombustibles y alimentos, donde ese país, EEUU y otros países fueron muy criticados por destinar alimentos a la producción de este tipo de biocombustibles.
A juicio de este mandatario, los pobres no se alimentan bien – no por falta de alimentos – si no porque no tienen dinero para adquirirlos. En realidad, en muchas regiones del mundo se ha podido comprobar esta afirmación, ya que la revolución verde impulsó un gigantesco salto en la productividad agrícola, aunque demostró que la mayor disponibilidad de alimentos no basta para llevar pan a la mesa de los pobres.
Sobre esto mismo, el Dr. Swaminathan, padre de Revolución Verde en India, cuando afirmó: “El tercer mundo no sufre de hambre, sino de pobreza, lo que no es lo mismo”.
Según Cousteau: “existen tecnócratas que suelen mencionar los océanos como la válvula de escape para resolver a futuro el problema de falta de alimentos, la denominada última frontera – fuente inagotable de recursos – la inmensidad del agua a que el hombre va a recurrir para alimentarse cuando la capacidad de la tierra se agote”.
Pero Cousteau señaló: “esto es un mito. Pues aunque los océanos cubren el 71% de la tierra, más del 92 % de sus aguas pueden compararse con los desiertos terrestres. Los océanos son incapaces de sustentar grandes cantidades de vida.”
Existe una serie de hechos que destruyen el mito de la capacidad de los océanos para producir alimentos, pues la productividad y la cadena alimentaria es más eficiente en la tierra que en el mar.
Por ejemplo, señalaba Cousteau, “en el mar son necesarias 10 toneladas de plancton o microrganismos marinos para obtener 1 kilo de atun en un lapso de tiempo prolongado”.
En tierra, por ejemplo se requieren 13 kilos de heno de alfalfa para producir 1 kilo de carne bovina por día
En la década del 70, se necesitaban tres kilos de alimentos para obtener un kilo de carne de ave en un período de 80 a 90 días.
En la actualidad, con menos de dos kilos de alimentos y concentrado, se logra lo mismo, pero en la mitad del tiempo.
La piscicultura ha tenido buenos resultados en la producción de ostras, camarones y salmones, pero con limitaciones de costo, tiempo y con impactos ambientales enormes, como lo ocurrido recientemente en Chile con la producción de salmones.
Por ejemplo, en la producción de ostras en criadero, se necesitan de dos a tres años para que alcancen un peso comercial, siendo que la parte comestible representa solo un 20% de su peso total, pues el resto, es carbonato de calcio.
En salmones se necesita entre 4 a 5 kilos de alimento para obtener 1 kilo de carne con valor nutritivo y un período mínimo de 36 a 48 meses para alcanzar un peso comercial(1) .
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(1) El salmón transgénico puede reducir este tiempo a la mitad.
Para Cousteau, en tierra se crían y engordan animales para transformarlos en alimentos, mientras que en el mar, habitualmente, hay que cazar peces, pues no hay que olvidar que la pesca es caza. Y, como se practica la sobrepesca, se han reducido los recursos hidrobiológicos en forma continua.
Lo mismo ha ocurrido con la recolección de mariscos, especialmente en el Pacifico Sur, frente a las costas de Chile, donde la depredación ha reducido significativamente la población de numerosas especies, Pese a que desde hace mucho tiempo, se han implantado periodos de veda, sin que se lograra restablecer las poblaciones originales.
Finalizando su exposición Cousteau señaló que :”estamos en una lucha contra el tiempo, donde la mecha de la explosión demográfica ya se está quemando y cada vez tenemos menos tiempo para apagarla. Es necesario una movilización mundial para evitar el “Big Bang Demográfico”.
Aunque en las últimas décadas se ha producido una desaceleración de la natalidad en el mundo (1), paralelamente se ha producido un aumento en las pérdidas de tierras cultivables, alcanzando en la actualidad, según FAO, entre 5 a 7 millones de hectáreas por año.
Por otro lado, sin darnos cuenta, a mediados de la década de 1980, surgió el mayor y más grave problema ambiental del planeta: el calentamiento global, producto de la acumulación en la atmosfera de gases de efecto invernadero. Con la creación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) en 1988, comenzaron a publicarse los primeros estudios científicos sobre lo que estaba sucediendo con el clima mundial.
A comienzos de los 90, por ocasión de la conferencia de Río, no existía mayor preocupación por este problema, ya que era prácticamente desconocido por la mayor parte de opinión pública. No obstante, con los estudios realizados por los Grupos de Trabajo del IPCC ya se vislumbraba sobre el agente causante y las consecuencias del calentamiento global.
Mas recientemente, con la participación de mas de 3.000 científicos, el IPCC precisó que la causa del calentamiento global es antropogénica, es decir es provocada por las actividades humanas.
Por esta razón – aunque Jacques Cousteau no se refirió a específicamente a este tema en su exposición – no cabe duda que el calentamiento global está directamente relacionado con la población que tiene el planeta, tanto por las emisiones directas como por las indirectas que genera el hombre.
Dentro de las emisiones directas y que son prácticamente desconocidas, está el dióxido de carbono (y, en menor intensidad, el metano) que el hombre está permanentemente liberando a la atmósfera. Aunque individualmente estas emisiones son relativamente pequeñas , en el contexto global no son despreciables.
Una persona adulta en reposo emite cerca de medio kilo de CO2 por día. Como es lógico, al entrar en actividad aumenta el gasto de energía y consecuentemente aumentan las emisiones de este gas que pueden alcanzar un kilogramo o mas por día. Comparando con otras especies del reino animal, no cabe duda que por su cantidad y tamaño, el hombre es un importante emisor de dióxido de carbono del planeta.
Dentro de las emisiones indirectas están aquellas relacionadas al consumo de alimentos y uso de combustibles fósiles. Algunos sectores mal informados desincentivan el consumo de carne de vacuno para reducir las emisiones de metano que genera este tipo de ganado (2), pero se omite que la población consume bastante más leche y sus derivados con más periodicidad que la carne, que se obtiene de esta misma especie.
Así que aunque se reduzca el consumo de carne de bovino, las emisiones de metano continuarán siendo importantes, ya que la leche, por su valor nutritivo, es un alimento de consumo diario de la población.
Sin embargo, está sobradamente demostrado que el uso de combustibles fósiles -. petróleo, gas y carbón – tienen una mayor participación en la contaminación ambiental y en las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo, en particular el dióxido de carbono.
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(1) Especialmente, por la introducción del preservativo y anticonceptivo.
(2) Metano (CH4): 23 veces mas dañino que el CO2. Las emisiones mas importantes de este gas en los rumiantes son aquellas que resultan de su metabolismo y las que se liberan en la fermentación anaeróbica de los purines.
Especialmente importantes son los combustibles derivados del petróleo que, además de ser indispensables en el transporte, también lo son en la generación de energía , en la industria como materia prima para fabricar miles de productos y también en la agricultura, para la producción de alimentos.
Relacionado con lo anterior, es interesante reproducir lo afirmado por Richard Heinberg, (1): “La agricultura sin petróleo no habría sido capaz de alimentar a la creciente población mundial.
Y agregó, además, que no hay sustituto energetico del petróleo que pueda sostener a la población del planeta.” En otras palabras, se puede concluir que gracias al petróleo, la población tuvo un crecimiento espectacular en el siglo XX (2), ya que de no existir este combustible, habría sido imposible producir alimentos para todos los habitantes.
Sobre esta materia, es necesario señalar que a partir del siglo pasado, el cultivo mecanizado de la tierra con diesel de petróleo ha permitido roturar el suelo, sembrar y cosechar una hectárea de trigo en un período de tres a cuatro horas. El cultivo con animales de esta misma superficie de trigo requiere 24 horas (3 días).
De esta manera, sin petróleo para sostener la producción de alimentos, no habría suficiente cantidad de animales en el planeta para cultivar la tierra y tampoco forraje para alimentarlos.
Frente a esta realidad, numerosas personas piensan que a pesar del progreso y la mecanización de la agricultura, la cigüeña continua siendo más rápida que el tractor mas veloz.
De esta manera, para que los tractores consigan ganar a la cigüeña en los próximas décadas se requiere petróleo para que estos funcionen.
No obstante, como señala Zanelli en 2009 (3): “la humanidad parece haber despertado al amanecer del segundo milenio con la noticia de estar agotándose el petróleo abundante y barato que le ha dado riqueza, bienestar y prosperidad durante mas de 100 años”.
Como estiman los expertos, de mantenerse las tendencias de consumo actual de petróleo, las reservas de este recurso se agotarán aproximadamente a mediados de este siglo y no habría combustibles para sostener la producción de alimentos y las otras actividades humanas.
Refirindose a este tema Zanelli (3) comenta:” Curiosamente, en una suerte de sincronismo mágico, nos damos cuenta de que el dióxido de carbono liberado por la combustión del petróleo, carbón y gas, amenaza con destruir las condiciones que hacen habitable la biosfera”.
Paradojalmente, lo que esta ocurriendo con el petróleo es coincidente con el famoso poema de Rubén Darío que finaliza: “Si me lo quitas me muero, si me lo dejas, me matas”
Por último, es importante considerar el informe “Planeta Vivo” de la WWF, que señala que en el año 2007, la población mundial utilizó el equivalente a 1,5 planetas para abastecerse en ese año.
Esto significa que el consumo mundial de recursos ha superado la capacidad regenerativa de la Tierra (Biocapacidad), ya que se necesitan 1,5 años para regenerar los recursos utilizados en el año 2007.
Unido a lo anterior, este mismo informe indica que la salud de los ecosistemas ha disminuido en un 30% y que la Huella Ecológica Global que mide la demanda de la humanidad sobre los recursos naturales, ha aumentado más del doble entre 1961 y 2007.
Transcurridos 18 años desde la conferencia de Jacques Cousteau en Río de Janeiro, continúa vigente la preocupación de este destacado oceonógrafo, pues a nuestro juicio en virtud de los recursos disponibles, la creciente población mundial en las próximas décadas no debe alcanzar la capacidad de carga de la tierra, ya que pasado ese umbral, el colapso de la civilización puede que sea inevitable.
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(1) Richard Heinberg, Ecólogo, Profesor Universitario en California, “Senior Fellow” in Residence at Post Carbón Institute, Autor de 9 libros, 3 de los cuales sobre el Cenit del Petróleo: “The Party´s Over”, “Peak Everything” et al.
(2) El crecimiento de la población de la tierra ha sido espectacular en el siglo XX. De 1,55 billones de habitantes que había en 1900 aumentó a 6,08 billones de habitantes en el año 2000, es decir en este periodo ha aumentado en 4 veces
.(3) Jorge Zanelli, Ingeniero, especialista en Energía Nuclear. Extracto de la exposición que realizó en el Seminario “Pensando Hoy la Energía del Mañana” Colegio de Ingenieros de Chile, Octubre 2009.
Nota: Articulo en homenaje a los 100 años del nacimiento de Jacques Cousteau el 11 de Junio de 2010.
Santiago de Chile, Diciembre 2011
PCK
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