El Doctor de los Suelos: Don Carlos Crovetto


Carlos Crovetto Lamarca
EL DOCTOR DE LOS SUELOS
Con más de 30 años de cero labranza, sistema que destierra el arado y la quema de rastrojos de los campos, logró derrotar la erosión en los suelos de Chequén, su fundo en la VIII Región. Su experiencia lo hizo convertirse en pionero mundial y paradigma para muchos agricultores. En Argentina es ídolo y se le reconoce como uno de los factores para que haya 25 millones de hectáreas con el sistema que él predica. En Chile su mensaje no ha sido escuchado.
ARNALDO GUERRA MARTÍNEZ
Entre el lunes y el martes de la semana pasada, en el fundo Chequén, en Florida, a 30 kilómetros al este de Concepción, se midieron 23 milímetros de agua caída. Una pequeña lluvia, pero inusual porque, contra lo esperable, Carlos Crovetto Lamarca, propietario de Chequén, observó que el barómetro ni se movió para anunciarla. Para Crovetto ésta es otra de las tarjetas de visita que deja el cambio climático, para anunciar que ya no es una amenaza futura. Lo dice alguien que tiene registros del clima por más de 30 años en su campo.
Pero es otra la preocupación mayor de Crovetto. Ha hecho de la lucha contra la erosión de los suelos -que atribuye a malas prácticas agrícolas y a la acción de las lluvias-, que hoy afecta al planeta, y también a más de seis millones de hectáreas en Chile, su razón de vida. Logró demostrar en sus tierras que una técnica nacida en Estados Unidos y que adaptó en su campo: la cero labranza -que termina con la tradición de romper el suelo con el arado y opta por dejar los rastrojos en el campo para sembrar sobre ellos-, es la solución a la degradación. Y también una alternativa para enfrentar los embates climáticos extremos y reincorporar a la producción de alimentos tierras que ahora prácticamente no soportan cultivos.
Si bien en Chile es poco conocido, su trabajo es reconocido en todo el mundo. Ha viajado por más de 20 países -incluidos Ucrania y Rusia- dando conferencias, ha publicado libros, y cada año recibe a más de 200 personas, de América del Norte, de Europa y del Cono Sur, en especial de Argentina.
Quienes lo visitan aprecian el impacto de la técnica, porque Crovetto predica con el ejemplo. Hoy Agrochequen le entrega más de 800 mil kilos de trigo en 150 hectáreas; posee 50 ha con maíz aún por cosechar (tiene rendimientos de 50 quintales por ha en trigo y 120, en maíz, mientras el rendimiento nacional es de 57 y 110 quintales/ha). A ellas suma una productora de huevos, que cuenta con 60 mil madres, y 100 hectáreas con pinos y eucaliptus.
El camino para llegar hasta aquí partió en la década de 1970, cuando puso en práctica un revolucionario plan que venía elucubrando desde que, a la muerte de su madre y con 20 años, debió hacerse cargo del fundo familiar. El campo tenía serios problemas de fertilidad y profundas barrancas de hasta 30 metros. Era la misma situación de los campos vecinos, y de todo el secano nacional. Conoció sobre el tema cuando estudió en Estados Unidos, gracias a la beca Chile California, y decidió aplicarlo, sin hacer caso a la oposición de su papá ni a la incredulidad de los vecinos.
Dejó de mirar la planta como los agricultores tradicionales y se preocupó mucho más de los procesos que ocurren en el suelo. Comenzó a sembrar sobre los rastrojos de la cosecha anterior, tejiendo una verdadera manta protectora que lo defiende del ambiente hostil, protege a los organismos que viven en él y que se encarga de procesar la paja.
Así, mientras la mayor parte de las tierras del secano -también las de los vecinos- hoy está plantadas con pinos, Crovetto puede mostrar un campo modelo. Además, ganó la batalla a las cárcavas -barrancas producidas por el agua- en sus tierras a punta de bulldozer y con la ayuda de los residuos que quedan en el campo aumentó la superficie productiva.
«El grano es para el hombre y los rastrojos para la tierra», es el lema de este enemigo público número 1 del arado y de las quemas de rastrojos agrícolas y forestales, prácticas todavía extendidas en nuestro país y el mundo.
La buena salud del suelo es lo que le quita el sueño a Crovetto.
«Tenemos que hacernos partícipes de los errores que históricamente hemos cometido. Debemos reconocer que hemos destruido el patrimonio más importante que tiene el hombre, el suelo. Sin él no se puede vivir», plantea.
PASADO ESPLENDOR
Tres siglos atrás, los campos de la V Región al sur eran los más fértiles de Chile. De toda la zona central se sacaba trigo en los siglos XVII y XVIII, hasta que quedaron desmantelados. La erosión hídrica ocasionó la pérdida de un metro de suelo como promedio en la cordillera de la Costa y de 0,5 metro en la precordillera andina y, con ello, se fue a los ríos y al mar parte importante de la fertilidad nativa. Paralelo a ese proceso, el uso del arado y otras herramientas de labranza causaron el agotamiento de los suelos. A todo eso se suma la quema de rastrojos, que ocasiona también pérdida de fertilidad.
Esto ha llevado a que cada año se siembre menos trigo en el país.
«Con la erosión, tenemos encima una nueva reforma agraria que se está apropiando de todos los suelos. Lo peor es que el mismo agricultor la ha generado y, por consiguiente, nadie se queja. No se dan cuenta del desastre que se ha ocasionado, creen que lo que está pasando es natural, pero los suelos no rinden más», denuncia.
El «profeta de la cero labranza», como también se le conoce, se muestra frustrado de que en Chile la técnica que promueve no haya prendido, mientras se ha masificado en otros países.
Cuenta, casi con aburrimiento, que ya se ha entrevistado con 8 o más ministros, pero no ha logrado nada. Hace un par de meses visitó a José Antonio Galilea.
«El suelo es patrimonio de la humanidad. Es de todos los seres vivos del planeta. Y en nuestro país quien debe velar por la conservación de los recursos naturales es el Estado. ¿Y que ha hecho? Nada. Un subsidio por aquí o otro por allá. El viejo recibe 500 lucas del programa de suelos degradados y se queda tranquilo. El Estado no ha hecho nada porque no sabe qué hacer», dice.
LA SOLUCIÓN
Crovetto dejó de arar su campo en 1978 para dejar que los restos de los sembrados se reintegraran al suelo y fueran devolviéndole la estructura. Se recuperó la cobertura, lo que le permite enfrentar al sol y la sequía que afectan la zona en determinados períodos del año. También opera como protectora con las lluvias. Si llega una de 150 mm en 24 horas, como le ha pasado, puede dormir tranquilo sin pensar que su suelo se va a ir al mar.
«El campo tiene resiliencia para soportar si cae un chubasco grande, que puede ser trágico, porque inunda, rompe caminos, puentes y hasta cobra vidas. Esa resistencia se la da el rastrojo que he agregado durante más de 30 años en el suelo, con paciencia y mucho respeto por lo que hago», dice.
Crovetto hace una diferencia entre suelo y tierra. La tierra para él es el material inerte, la litosfera, la roca, mientras que el suelo tiene unameso y microfauna indispensable para procesar los rastrojos.
EL REFERENTE
Crovetto es figura en Argentina. Desde 1987, cuando dio su primera charla, hasta hoy ya ha ido 45 veces y sus oyentes, que comenzaron siendo de 70 agricultores de Marcos Juárez, en Córdoba, hoy llenan auditorios.
Los argentinos venían de algunas decepciones con un sistema que habían adoptado, que llamaron labranza cero. De ahí que a los nuevos conceptos prefirieran llamarlos siembra directa. Los trasandinos necesitaban solucionar la pérdida de suelo que provocaban los fuertes vientos del sur en primavera, que en un sólo evento podían arrasar con 5 cm de suelo. Por eso la cobertura vegetal que predica Crovetto les vino como anillo al dedo.
«Sin ninguna duda es el referente en Argentina y el pionero. Cuando lo conocí hace 35 años fue una fuente de inspiración, encontramos en su campo y en sus progresos el conocimiento. Fue el detonador de todo un proceso que se desencadenó y que nos llevó a contar hoy con 25 millones de hectáreas bajo este sistema», señala el empresario agrícola Roberto A. Peiretti.
Este productor, fundador de varias instituciones, como la Asociación Argentina de productores de Siembra Directa y la Confederación Americana de Asociaciones de Productores, pone de relieve que el mérito de Crovetto es que nunca los abandonó.
«Siempre ha sido muy motivador y muy realista. Él no habla desde la teoría, sino desde la realidad de su campo. Sus resultados sorprenden y su mensaje pone los libros de agronomía al revés. Van de todo el mundo a visitarlo para tomar conciencia de cuánto más se puede hacer para mejorar la agricultura», destaca Peiretti.
Y se asombra que a los chilenos no les llegue el mensaje.
«Tienen un baluarte a nivel mundial, un líder de lo que va a ser la agricultura de los años que vienen, porque junta las condiciones que requiere el sistema de cara al futuro, con una demanda humana por alimentos que se duplicará en los próximos 50 años: mayor productividad y mejora del recurso suelo, y todo de forma sustentable», releva Peiretti.
LOS CRÍTICOS
Sin embargo, hay críticas y resistencias a su sistema. Hay gente que dice que hace agricultura «deportiva», y puede hacerlo porque los recursos los saca de la venta de los huevos que tiene con su plantel de ponedoras.
«Se enojan conmigo porque les digo que deben seguir este sistema. Yo se que para el agricultor chileno es un obstáculo manejar el rastrojo, y los problemas del suelo en algunas zonas no son tan visibles como en el secano», sostiene Crovetto.
Pero el comentario representa la filosofía de un grupo importante.
«Es el agricultor tradicional, el que anda en una muy buena camioneta, que hace su pega, pero no quiere reconocer que está equivocado», dice.
Otro problema que se le antepone es el cambio de la maquinaria, ya que deben usarse algunas especiales.
«Es cierto que las máquinas de cero labranza cuestan el doble, pero un agricultor que tiene 50 a 100 hectáreas puede tener perfectamente una y la va a poder pagar a corto plazo», señala.
POLÍTICA AGRÍCOLA
«Falta definirse, en el sentido de convencer a quienes corresponda, tenemos que llegar a las universidades. No se enseña cero labranza, ni siquiera conservación de suelos. La mayor parte de las facultades de agronomía no tienen un Departamento de Conservación de Suelos. Hilando fino, si fuera Presidente lo que haría sería llamar a los decanos de las facultades de agronomía y les pediría cuenta del estado de los suelos de Chile».
INFLACIÓN DE LOS ALIMENTOS
«Esta alza de precios debiera ser una bendición para el productor. De hecho, lo está siendo. Un trigo que el año pasado se vendió a 120 pesos el kilo, hoy se transa a 160, pero a mí me preocupa la presión que va a tener sobre el medio. Estos «gallos» se van a volver locos sembrando este año y van a arar y van a quemar y tratar de sacar el máximo de provecho. Además, gran parte de la cosecha del maíz de 2011 va a ir para producir combustible porque el barril de petróleo pasó de los 100 dólares y no hay ninguna señal que vaya a bajar; por lo tanto, es un excelente negocio tener una planta de biocombustibles. La demanda que habrá sobre este nicho de producción de cereales y leguminosas es alto, como alimento, y mucho más alto por la necesidad de producir combustibles que no contaminan. ¿Como se puede frenar eso? Ayayay. Tenemos todas las máquinas en Chile para hacer cero labranza. Pero no tenemos cabeza o corazón para darnos cuenta del daño que podemos seguir cometiendo en el suelo».
MIRADA ANTIGUA
«El productor chileno actual en general ha tratado su campo a patadas. Quema los rastrojos como la gran mayoría de los agricultores y, en las zonas de la precordillera andina, sigue manteniendo un estatus de fertilidad porque no ha podido agotar todavía el nivel de materia orgánica que posee. Pero la acidez ha bajado la población bacteriana, por lo que ellos no pueden subir los niveles de materia orgánica».
APERTURA A TRANSGÉNICOS
«Espero que en este gobierno tengamos las leyes. Muchos ecologistas alegan con la cero labranza, por el tema de los herbicidas. Yo les digo que desde el momento que nace un niño en este planeta ese niño necesita energía y, mucho antes, la madre necesitó nutrirse para dar a luz. Tengo que entender que voy a ocasionar un desequilibrio, pero porque tengo que procurar la alimentación del hombre, ésa es mi principal preocupación; pero debo trabajar en forma responsable. Debe utilizarse la transgenia, pero teniendo en cuenta las consecuencias que puede tener si es mal usada. Hoy el 90% de la soya del mundo es transgénica, porque tiene costos menores y mayor producción, porque no hay malezas, que son el principal problema.
A mí la ciencia me entregó una planta que se llama soya, que es transgénica, y esa planta por hectárea es la que menos me cuesta. Yo no le pongo nitrógeno porque lo saca del aire a través de un bacilo que está en la raíz; además, tiene un gen de una planta que es resistente a roundup y ahora puedo usar ese herbicida. Esa es una bendición para el productor y para la humanidad, porque estoy haciendo cero labranza que significa que no estoy agotando mi suelo y, por otro lado, estimulando la producción, porque tengo menos malezas. Así, la cero labranza y la transgenia van de la mano, lo mismo que la cero labranza y el riego por aspersión presurizado».
FUTURO CON CONCIENCIA
«El sobreprecio que viene ahora, puede que no sea tan beneficioso como se cree porque subirán los insumos. Al final, no veo mucho la ganancia. Pero que el trigo siga en retirada lo encuentro muy serio. No tenemos que hacer nada excepcional para sembrarlo. Están las condiciones dadas. No podemos perder la calidad de productores porque es parte de nuestra identidad. Tenemos excelentes organismos para mejorar genética, como Inia y Von Baer. Contamos con conocimientos, experiencias, literatura, clima, suelos. Lo que tenemos que hacer es entender mejor todo el proceso y darnos cuenta de una vez por todas que no podemos seguir destruyendo».
LAS PETICIONES A GALILEA
Asumiendo que el tema de la erosión y la pérdida de fertilidad de los suelos no se ha profesionalizado, Crovetto le pidió al ministro de Agricultura, José Antonio Galilea, que el Gobierno declare a la cero labranza de interés nacional, lo que le daría debida importancia a niveles educativo, en los estudiantes de agronomía y agricultores. Para lograr el cambio de mentalidad, sugiere editar información, hacer cursos, días de campo y, reforzar los principios de la cero labranza en los grupos de transferencia tecnológica.
También le pide evitar el uso del fuego para quemar los rastrojos agrícolas y forestales modificando el Decreto Ley 276 de su ministerio, que ampara estas prácticas, y coordinarlo con el subsidio que se entrega en el programa de suelos degradados, para que se otorguen sólo a quienes no los quemen. Además propone establecer un subsidio mayor a quienes se cambien a cero labranza.
Arnaldo Guerra Martínez.
(extraído de Revista del Campo de El mercurio, Nº 1810 del 21 de Marzo de 2011)

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