Por Francisco Meza
Presidente Comisión Recursos Hídricos
Colegio de Ingenieros Agrónomos de Chile
Columna publicada el 22 de marzo en Portal Frutícola
Se sabe que la corriente marina fría de Humboldt es una ventaja frente al cambio climático para el caso de Chile. Pero también se sabe que el mismo cambio climático está alterando ya por percepción cotidiana, los patrones conocidos del clima, exacerbando sus extremos tales como lluvias más cortas muy intensas, sequías más recurrentes y también más intensas, ondas de mayor calor y de frío, incendios forestales y vientos extremos, eventos con ocurrencia fuera de época, entre otros fenómenos asociados, todos los cuales están afectando muy marcadamente las zonas productivas agrícolas de Chile, con déficit
hídrico en especial en la zona mediterránea desde el centro norte hasta más allá del centro sur del país.
En palabras simples, se ha pasado desde estaciones del año bien marcadas a un estado de desorden climático respecto patrón conocido por décadas. Chile es reconocido por la calidad de sus productos agrícolas, frutas y verduras en todo el mundo, pero actualmente este sector productivo está dependiendo cada año más de las escasas lluvias de invierno para saber cuánto será la disponibilidad de agua que permitirá satisfacer parte de la demanda del recurso hídrico durante la temporada agrícola, ya no solo como se esperaba para el caso del centro norte, si no que ahora lo es también hasta bien avanzado hacia el centro sur del país.
Para el invierno chileno 2023, se augura una posible aparición del fenómeno climático de El Niño, que traería un respiro a lo anteriormente indicado contra la tendencia conocida por varios años hacia la sequía. En este sentido, es cierto que se han estado buscando nuevas fuentes de agua dulce por varios frentes: gestión, eficiencia, ahorro en los usos, desalinización, aguas subterráneas y recarga artificial de acuíferos, entre otros, siendo muchas de estas iniciativas a nivel piloto o de baja envergadura frente a la magnitud de lo que se visualiza se requiere para asegurar el agua para el campo chileno y también para la población, pero lo cierto es que un invierno bueno en cantidad de agua ya es solo eso, agua para un año en el mejor de los casos, por lo que es preciso apresurar el paso hacia las inversiones de mayor impacto para identificar nuevas fuentes de agua y alternativas de gestión, con todo lo que ello implica desde hacer investigación, estudios, transferencia y capacitación de la población en la sensibilidad frente al cuidado y ahorro de agua. Se debe implantar la cultura del agua en el país entero y continuar el trabajo en torno a los recursos hídricos sin pausa.
El Día Mundial del Agua, cada 22 de marzo, debe ser aprovechado en este sentido para renovar este compromiso. Es posible que el invierno 2023 pueda ofrecer una pequeña tregua, siempre y cuando sea efectivo el Niño pronosticado, sabiendo que así como llega se retirará y ya no estará presente en un abrir y cerrar de ojos, quedando nuevamente con la sequía encima, los déficit agua y sus amenazas para todos los usos y en especial para la producción de nuestros reconocidos productos agrícolas del campo chileno.
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