Hugo Ortega T.
Director
Escuela de Ingeniería en Agronegocios
La Pequeña Agricultura Familiar, al contrario de la gran agricultura en Chile, no ha podido incorporarse a los niveles de modernización y resultados financieros positivos que esta, la de mayores dimensiones, ha alcanzado. En efecto, sólo un 5% aproximado de la agricultura familiar ha logrado incorporarse a los mercados extranjeros, que son los más rentables.
Tal vez una de las causas de esto radica en que, tanto las políticas públicas como los propios agricultores, no hacen mayores diferencias estratégicas entre unos y otros. Los resultados parecen confirmar esta aseveración.
En un intento por distinguir algunas características que reorienten los esfuerzos de los productores, puedo visualizar aspectos positivos y negativos, o mejor dicho, fortalezas y exigencias que cambien los resultados de cada temporada agrícola.
En los aspectos positivos o fortalezas, veo tres muy centrales en los resultados finales. Primero, trabajar con los miembros de la familia, los que pueden ser capacitados específicamente para labores concretas en la empresa sin peligro a que emigren a otras actividades, dado que son como socios formales de ella. Segundo, ser productor de alimentos para autoconsumo de la familia y sus alrededores, amigos, otros parientes, etc., vendiendo el excedente en los mercados locales. En otros términos, la pequeña empresa familiar no debería quebrar o vender si se tiene asegurada la alimentación, cosa que el obrero industrial, o trabaja o queda en la indigencia automáticamente al otro día del despido. Tercero y último, tiene la posibilidad de procesar productos a bajo costo, artesanalmente, agregando valor en forma considerable a lo producido en terreno. Carne de cerdo o ave ahumada. Deshidratados al sol, encurtidos de varios tipos de hortalizas, cecinas y varios otros embutidos, Paté de ave o cerdo, etc.
Por supuesto que todas estas actividades deben ser apoyadas técnica, financiera, como legalmente, con certificados de salud, sanidad, control de calidad, denominación de origen y muchas otras.
Pero ¿cu´´al es la estrategia actual?. La de siempre: copiar al grande, plantar seis hectáreas de limones y esperar darle “el palo al gato” con el precio del año. Si cae una helada y quema los árboles, el pequeño agricultor se demora, a lo menos, tres años en volver a pararse.
Las exigencias están en los volúmenes producidos y las calidades ofrecidas, para lo cual, la única solución es asociarse con pares de la comunidad y, ahí, trabajar “a lo grande”, con asistencia técnica, financiamiento, apoyo gerencial, etc.
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