ANDRÉS GONZÁLEZ
DIRECTOR DEL CENTRO DE DESARROLLO MEDIOAMBIENTAL. UNIVERSIDAD CENTRAL Durante los últimos años hemos visto un creciente interés por la problemática del calentamiento global, no sólo desde los gobiernos y la ciudadanía sino también desde los empresarios. De hecho, países como Inglaterra, Francia y Estados Unidos están desarrollando mecanismos para certificar las emisiones de CO2 (principal causante del calentamiento global) de los productos internos y de las importaciones para sus mercados. Los principales mecanismos para etiquetar el impacto ambiental de los productos son los denominados huella de carbono y análisis del ciclo de vida. Uno de los procesos evaluados por ambas metodologías son las emisiones de CO2 asociadas al transporte desde el puerto de origen hasta el mercado destino. Si nuestras exportaciones alimenticias están centradas por el momento hacia a Europa y Estados Unidos, tenemos una grave problemática que resolver: dada la lejanía de Chile respecto a esos mercados, presentamos altas emisiones de CO2 en el transporte.Por ejemplo, si en un futuro cercano sea obligatorio medir las emisiones de CO2 en la producción de paltas para el ingreso a la Comunidad Europea y Estados Unidos, aún implementando planes de producción limpia y certificaciones ambientales como la ISO 14.001, presentamos grandes desventajas en comparación con México quien es un importante productor de paltas. Incluso en la industria del vino también tenemos desventajas en comparación con Argentina. Si vemos los países de Latinoamérica, el nuestro es el más lejano de los desarrollados y ninguno de los productos agrícolas quedan con mejor suerte. Algunos pensarán que la variable estacional es importante, lo cual es cierto pero no tengo tan claro que en los próximos años lo siga siendo, debido a los avances en la producción agrícola. Sería importante ver los mecanismos desarrollados por Nueva Zelanda y Australia, que tienen como destino principal de la producción agrícola a Inglaterra. Estos países, sin embargo, están cerca de las economías emergentes asiáticas, lo cual les permite diversificar o cambiar el destino de sus exportaciones. Y todo indica que de aquí a 10 o 15 años más, cientos de millones (literalmente) de chinos e indios aumentarán la cantidad y calidad de los productos importados. Por ende Nueva Zelanda y Australia ven un futuro alentador. Acá, en cambio se ve gris, por no decir negro. Respecto a las emisiones asociadas al transporte de productos, Chile en el fin del mundo definitivamente sólo tiene desventajas y, peor aún, nada indica que se puedan cambiar. Y que tengamos una espectacular geografía que permite explotar el sector turístico como estar protegidos de posibles enfermedades que afecten la agricultura, de nada sirven para llegar a convertirnos en potencia agroalimentaria. |
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